Ratona, ratoncita, ratucha, ruchita, carrasquita, tacuarita, pititorra, curucucha son sólo algunos de los nombres con los que se denomina cariñosamente en todo nuestro país a esta ave cantora.
Pequeña y apagada, de aspecto casi insignificante, es dueña de un canto sonoro, armonioso y elaborado y anima con su presencia familiar la vida de los hombres del campo y la ciudad. La ratona habita enormes extensiones del continente americano, desde Canadá hasta Tierra del Fuego. El largo pico de estas aves se halla adaptado a su dieta insectívora.
Al iniciarse la temporada de cría, en primavera, los machos se apresuran a obtener un área donde construirán el nido; instalados entre dos y cinco metros de altura, comienzan a emitir, con energía creciente, su canto territorial que anuncia a o machos que la zona ya está ocupada y al mismo tiempo atrae a las hembras. El macho prepara unos cinco refugios muy rudimentarios, a la espera de la elección de la hembra, para luego entre los dos, construír el nido definitivo (cualquier semejanza con la especie humana es pura coincidencia).
Las casitas Vrubel son muy frecuentadas por estas simpáticas criaturas.
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